Silvina Buyutti es una maestra que ha aprendido a batallar contra los prejuicios y las estructuras cerradas de la sociedad. A veces consigue salir a salvo de esas escaramuzas; pero a veces no, no sale: hay zonas oscuras, cerradas, a las cuales le resulta imposible acceder.
En junio de 2012, un mes después de que el Congreso de la Nación aprobara la Ley N° 26.743 de Identidad de Género –y que permitió a cualquier persona solicitar “la rectificación registral del sexo, y el cambio de nombre de pila e imagen, cuando no coincidan con su identidad de género autopercibida”–, acudió a la oficina del Registro Civil de su ciudad, Nogoyá, y pidió la rectificación de los datos en su partida de nacimiento, y comenzó a tramitar las modificaciones en su documento nacional de identidad (DNI).
Después de eso acudió al Consejo General de Educación (CGE) para que allí se cambiara toda la documentación a su nombre, de modo que incluyera su nueva identidad.
Así, Silvina Buyutti pudo lo que cualquier docente del sistema público en la provincia: concursó un cargo que le permitiera transitar distancias más cortas para ir a trabajar. Y lo pudo hacer, ya, con su nueva identidad. Eso ocurrió en julio de este año.
Siempre ha sido así: de un modo enfático ha ido tomando decisiones en su vida, y no le ha quitado el cuerpo hasta conseguir sus objetivos. Pero como se dijo, a veces le ha ido bien, a veces, no.
Recién a los 18 años pudo anotarse en una escuela secundaria nocturna, y obtener el título. Y con el título en la mano, se anotó para cursar el magisterio. Fue maestra. A los 25 años. Pero no pudo encontrar un puesto en una escuela sino hasta tres años después.
Fue en 2005 cuando ingresó por primera vez a un aula. En el departamento Islas, al sur de la provincia, con esta rutina: 360 kilómetros de ida y 360 de vuelta, entre Nogoyá y Villa Paranacito, para dar clases en las escuelas Juan Bautista Alberdi de Arroyo Negro y Fray Mocho de Santos Grande, en la zona de las islas entrerrianas.
Esa rutina la mantuvo hasta que en julio de 2013 concursó y ganó un cargo en una escuela más próxima, en Aranguren. Sin proponérselo siquiera, se convirtió en la primera maestra trans que accede a un cargo por concurso en Entre Ríos.
Pero no ha podido todo. Una tragedia familiar la puso al cuidado de sus sobrinos, a los que está criando como propios, y no consigue, lo intenta, y no logra que el Estado le dé una mano. Ni siquiera un subsidio miserable de 1.000 pesos que le otorgó el Consejo Provincial del Niño, el Adolescente y la Familia (Copnaf) le llega a tiempo.
Se queja con amargura por el Gólgota que le hacen caminar cada vez que pretende una respuesta.
Lo mismo con el Nuevo Banco de Entre Ríos (Bersa). En los registros del Banco, Silvina Buyutti no ha cambiado identidad, sigue siendo hombre, y con ese trato desconsiderado, hacen mella en su dignidad, le provocan una afrenta a sus derechos.
De modo violento.
“El Bersa no me cambia los nombres en mis tarjetas de débito y crédito. He reclamado en la sucursal de Nogoyá, pero acá me dicen que no pueden cambiar el nombre en mis cuentas –relata–. Según ellos, enviaron un mail a la casa central y ahí me deberían cambiar el nombre en mis cuentas. Una vez que pase eso, tengo que solicitar los plásticos con la nueva identidad. Pero me tienen a las vueltas. El martes pasado me llegó la nueva tarjeta de débito del Bersa, y con la identidad anterior.
Parece una burla”.
Entonces pasa esto: Silvina Buyutti tiene en su DNI una identidad, y en sus tarjetas de crédito y débito, otra.
Dice eso y después piensa en voz alta lo que sigue:
“La ley está; lo que falta es que se agilice su instrumentación. Y también hace falta el sentido común y capacidad de las personas que brindan atención al público. No saben nada a la hora de realizar trámites de cambio de identidad en los papeles”.
Ricardo Leguizamón
De la Redacción de Entre Ríos Ahora.
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